Una Primera Aproximación
La Medicina Antroposófica es hija de la Antroposofía, así como la Pedagogía Waldorf, la Agricultura Biológica Dinámica y la Euritmia, entre otras. “La Antroposofía es una camino del conocimiento que se busca desde el corazón”, señalaba Rudolf Steiner, su fundador, y como tal, la Antroposofía se abre al mundo en actitud científica agregando el calor que proviene del sentimiento, de respeto y profundo aprecio por el ser humano.
Cuando un ser humano acoge las ideas de la Antroposofía y emprende el camino del conocimiento con los métodos que ella propone, camino que se encuentra descrito en múltiples libros de Steiner y que siempre velan por la plena independencia de quien lo recorre, el ser humano desarrolla, entre otras, su capacidad cognitiva. Paulatinamente los pensamientos que antes eran sólo un medio para comprender el mundo físico, y desde los cuales no se podía tener una clara experiencia de certidumbre, comienzan a despuntar en la conciencia como objetos que pueden observarse. Gracias a este desarrollo de la capacidad cognitiva, en las que el pensamiento mismo se vuelve un objeto de observación, capacidad que se encuentra latente en todo ser humano, despunta como una nueva percepción la manifestación de una realidad espiritual objetiva. El ser humano y la naturaleza que lo rodea aparecen henchidos de vida en continua fluencia, como nueva experiencia percibida, como también la realidad temporal se transforma en realidad espacial; el tiempo se transforma en espacio, la propia vida aparece como una majestusa imagen viva reunida espacilmente.
Esa vida en continua fluencia corresponde a una realidad superior a la física: corresponde al mundo etérico. De hecho toda forma viviente recibe su capacidad de crecimiento, desarrollo y forma gracias al mundo etérico, y en el momento que la etericidad de un organismo se retira de ese ser vivo, sobreviene la muerte. Pero la vida presente en el ser humano no le permite a éste la conciencia. La conciencia es una manifestación superior a la de la vida, como puede observarse en las plantas que sólo tienen una corporalidad física y una vital, pero no conciencia sintiente. Así como el desarrollo de la capacidad pensante a través de los métodos propuestos por la antroposofía permite la percepción de la vida, el desarrollo de las capacidades latentes en los sentimientos abre al ser humano un mundo henchido de conciencia, un mundo denominado anímico o astral. Este mundo es la manifestación sintiente de entidades espirituales, mundo que tiene leyes propias, incluso en un orden temporal invertido al nuestro. Este mundo se asemeja al mundo de los sueños; al dormir, un ruido producido por un objeto que cae en nuestra habitación genera toda una secuencia en el mundo de los sueños, cuyo final coincide con el golpe. El sueño fue causado por el golpe, pero a su vez es el final de la historia en el sueño. La diferencia del mundo astral con el sueño, es que en el mundo astral cada manifestación corresponde a la expresión particular de un ser espiritual, mundo que tampoco tienen la arbitraridad del sueño, sino que es un mundo pletórico de manifestaciones anímicas conscientes.
Pero el ser humano no sólo es un ser poseedor de conciencia, tal como la tienen los animales, sino que en nosotros se manifiesta un elemento aún superior: la autoconciencia. Sólo el ser humano en esta tierra la posee; él es un ser poseedor de una esencialidad espiritual, de un “Yo”. Steiner cita a Hegel para aludir a esta cualidad espiritual manifestada en la capacidad pensante, en la autoconciencia: "El pensamiento eleva el alma, de la que también está dotado el animal, a espíritu" En virtud de ser poseedores de un Yo, de ser seres capaces de pensar, podemos a su vez autocaptarnos, podemos tomar conciencia de nosotros mismos; el ser humano de manera directa e inequívoca, se reconoce a sí mismo como un Yo, como un ser único entre otros Yo distintos a él.
A través del camino del desarrollo de las facultades latentes del ser humano, este llega a la experiencia directa de que la esencialidad humana, el Yo, es de naturaleza espiritual. Cuando el ser humano recorre aquel camino de desarrollo, es capaz de "despertar" en la esfera de su tercera facultad anímica, la de la voluntad, así como para captar la vida desarrolló el pensamiento, y para captar la realidad astral desarrolló la vida de los sentimientos; con el desarrollo de la voluntad llega hacerse consciente de la realidad que teje y obra en su voluntad. Este despertar equivale a una transformación completa de la capacidad cognocitiva, es una verdadera metamorfosis del amor llevado al acto del conocimiento. Esta nueva capacidad del ser humano se conoce como "ego-intuición", capacidad que permite al ser humano vivir en la plena realidad espiritual, en la convivencia directa con los seres espirituales de los cuales él ha sido engendrado.
A continuación les dejamos una parte del libro fundamental de medicina antroposófica escrito por Rudolf Steiner junto a la Dra. Ita Wegman, el libro Fundamentos para una Ampliación del Arte de Curar. Junto a ese libro están otros cinco más que son los libros fundamentales de la Antroposofía, libros necesarios para la correcta comprensión de libro médico indicado.
FUNDAMENTOS PARA UNA AMPLIACIÓN DEL ARTE DE CURAR (Rudolf Steiner y Dra. Ita Wegman - 1924)
Prólogo
Como médico pude yo íntegramente aceptar la Antroposofía como ciencia que para la actual ciencia médica constituye una fuente de nuevos impulsos y de inmensa sabiduría. Ella puede dilucidar y solucionar muchos problemas hasta ahora no resueltos por la medicina del presente. Así surgió en el campo de los conocimientos médicos, conjuntamente con Rudolf Steiner, un intenso trabajo que principalmente en los últimos dos años se profundizó, de modo que se hizo posible y pudo llevarse a cabo la concepción y publicación del presente libro. Siempre fue el afán de Rudolf Steiner - y yo tuve plena comprensión para ello - renovar los antiguos Misterios y hacer fluir su esencia en la medicina. Pues, desde tiempos antiguos la sabiduría de los Misterios estaba íntimamente vinculada con el arte de curar; y la búsqueda de conocimientos espirituales también guardaba relación con el curar.
No partimos de una actitud de menospreciar, de un modo laico y superficial, la medicina científica oficial; ésta fue plenamente reconocida por nosotros. Pero se trataba de complementar lo existente con lo que de un verdadero conocimiento espiritual puede fluir en la comprensión de los procesos de la enfermedad y la curación. Naturalmente, no buscamos el resurgimiento de lo anímico instintivo de los antiguos Misterios, sino una actitud concordante con la conciencia moderna, plenamente desarrollada y espiritualizada.
Así se dieron los primeros pasos y el Instituto Clínico-Terapéutico, fundado por mí en Arlesheim (Suiza), dio los fundamentos prácticos para las ideas que en este libro se exponen. De esta manera se intentó indicar el camino a quienes, en el sentido aquí señalado, buscasen la ampliación de sus conocimientos médicos.
Nos habíamos propuesto hacer seguir a este pequeño libro otros resultados de nuestro trabajo en común. Lamentablemente, esto ya no fue posible. Sin embargo, pienso hacer otro y quizá un tercer volumen, en base a las ideas y apuntes que poseo. De todos modos, espero que este primer volumen, cuyo manuscrito fue corregido por Rudolf Steiner con íntima satisfacción tres días antes de su muerte, encuentre su camino entre los que de los enigmas de la vida procuran elevarse a la comprensión de ella en toda su grandeza.
Dra. Med. Ita Wegman, 1925
TEOSOFÍA: UNA INTRODUCIIÓN AL CONOCIMIENTO SUPRASENSIBLE DEL MUNDO Y DEL DESTINO HUMANO (Rudolf Steiner - 1904)
Naturaleza Humana
Las siguientes palabras de Goethe caracterizan admirablemente el punto de partida de uno de los caminos para conocer la naturaleza esencial del ser humano: “Tan pronto como el hombre nota la presencia de objetos en torno suyo, los considera en relación consigo mismo, y con razón, puesto que todo su destino depende de si le gustan o le desagradan, de si le atraen o le repelan, de si le son útiles o le perjudican. Este modo natural de mirar y juzgar las cosas es necesario y parece fácil; sin embargo, expone al hombre a los mil errores que a menudo le humillan y le amargan la existencia. Tarea mucho más difícil es la que emprenden los que, ávidos de conocimiento, se esfuerzan en observar lo natural en sí mismo y en sus mutuas relaciones, pues pronto echan de menos el patrón que les servía mientras juzgaban el mundo en relación consigo mismos. Carecen del punto de referencia que gustaba o desagradaba, atraía o rechazaba, consideraba útil o dañino. Deben renunciar a él y, como espectadores cuasi-divinos, buscar e investigar lo que es y no lo que agrada. Así, por ejemplo, el auténtico botánico no se conmoverá ni por la belleza ni por la utilidad de las plantas: estudiará su estructura y su relación con el resto del reino vegetal. Del mismo modo que el sol brilla indiferente para todas las plantas y las vivifica, así deberá él considerarlas y examinarlas por igual con mirada reposada, y deducir el patrón para este conocimiento y los elementos necesarios para juzgarlas, no de sí mismo sino del ámbito de las cosas que estudia”.
Este pensamiento de Goethe dirige nuestra atención hacia tres puntos diversos. Lo primero son los objetos cuya existencia nos es revelada constantemente por los sentidos, y que podemos tocar, oler, gustar, oír y ver. Lo segundo son las impresiones que estos objetos originan en nosotros: agrado o desagrado, deseo o aversión, según nos sean simpáticos y útiles, antipáticos y perjudiciales. Y en tercer lugar, están los conocimientos que el hombre adquiere como ser cuasi divino, sobre lo objetos, estos son los secretos del obrar y de la existencia de estos objetos, los que a él se le revelan.
Estos tres niveles se distinguen netamente en la vida humana, y el hombre se da cuenta de que está vinculado con el mundo en tres distintos aspectos. El primero corresponde a lo que encuentra como dado y que acepta como un hecho; por el segundo, convierte el mundo en algo suyo propio, algo que tiene significado para él, y al tercero lo considera como meta hacia la cual debe aspirar incesantemente.
FILOSOFÍA DE LA LIBERTAD (Rudolf Steiner-1894)
Prefacio (Versión revisada para la edición de 1918 del prefacio de la edición original de 1894)
A continuación se reproduce en lo esencial lo que figuraba, como una especie de prefacio, en la primera edición de este libro. Pero como más bien expresa mi forma de pensar al escribir el libro hace veinticinco años, sin que afecte directamente su contenido, lo incluyo aquí como “apéndice”. No quisiera omitirlo totalmente, porque siempre surge de nuevo la opinión de que tengo algo que ocultar de mis primeros escritos, debido a mis trabajos posteriores sobre la Ciencia Espiritual.
Nuestra época sólo puede encontrar la verdad en lo profundo del ser humano. De los dos conocidos caminos de Schiller, el segundo se reconoce superior en la actualidad:
“Ambos buscamos la verdad, tú, fuera, en la vida, yo dentro en el corazón y así la encontraremos sin duda cada uno. Si el ojo está sano encontrará fuera el Creador; si está sano el corazón reflejará en su interior al mundo”
Una verdad que nos llega desde fuera lleva siempre el sello de la incertidumbre. Sólo podemos creer aquello que le aparece a cada uno de nosotros como verdad en su propio interior.
Solamente la verdad puede darnos seguridad en el desarrollo de nuestras fuerzas individuales. A quien la duda le tortura, tiene paralizadas sus fuerzas. En un mundo que le resulta enigmático, no puede encontrar una finalidad a su actividad.
Ya no queremos solamente creer; queremos saber. La creencia exige la aceptación de verdades que no podemos comprender totalmente. Pero lo que no comprendemos completamente va en contra de lo individual que desea vivir todo en lo más profundo de su ser. Solamente nos satisface el saber que no se somete a ninguna norma exterior, sino que surge de la vida interior de la personalidad.
CIENCIA OCULTA, UN BOSQUEJO (Rudolf Steiner-1910)
¿Qué es Ciencia Oculta?
Para el contenido de este libro se empleará un antiguo término: Ciencia Oculta. Este término puede despertar en diversas personas de la época actual sentimientos del carácter más opuesto: repelente para muchas, provocando burlas en otras, o bien sonrisas de lástima y tal vez desprecio.
Estas personas se imaginan que el modo de pensar así designado puede estribar solamente en sueños fantásticos y ociosos; que tras una “pretendida” ciencia sólo puede encubrirse el impulso para renovar toda clase de supersticiones justamente esquivadas por quienes se han impuesto el “verdadero método científico” y el “genuino afán de conocimiento”. En otras personas, este vocablo conducirá a imaginarse que, a través suyo, puede adquirirse lo que no es posible por otros caminos, y hacia lo cual, según su predisposición, se sienten atraídas por una profunda ansia interna de conocimiento o por la curiosidad sublimada del alma. Entre estas opiniones tan diametralmente opuestas, existen todos los matices posibles de estados intermedios de repudio o aceptación condicional, relacionados con las distintas interpretaciones a que dan lugar las palabras “Ciencia Oculta”. No hay que negar que, para muchos, tienen un sonido mágico: parecen satisfacer una pasión fatal por el conocimiento de un algo “ignoto”, misterioso y aún oscuro, que no puede conquistarse de manera natural, ya que muchas personas no desean satisfacer las ansias más profundas de su alma mediante algo que pueda ser claramente entendido. Están convencidas de que, además de lo naturalmente cognoscible, ha de existir algo en el mundo que se substrae a toda cognición, y en forma extrañamente paradójica, de la que no se dan cuenta, rechazan, para sus ansias más profundas de saber, todo lo “conocido”, y sólo están dispuestas a aceptar lo que no pueda decirse que sea cognoscible por medio de la investigación conforme a la Naturaleza.
¿CÓMO SE ALCANZA EL CONOCIMIENTO DE LOS MUNDOS SUPERIORES (Rudolf Steiner-1905)
Condiciones
En todo hombre duermen facultades que le permiten adquirir conocimientos de los mundos superiores. El místico, el gnóstico, el teósofo, siempre han hablado de un mundo anímico y de un mundo espiritual, tan reales para ellos como el que ven nuestros ojos físicos y toca nuestra mano. Al escucharlos puede uno decirse en cada momento a sí mismo: "Estas experiencias yo también puedo tenerlas si desarrollo ciertos poderes que hasta ahora duermen aún en mi". El problema consiste en saber cómo empezar el desarrollo de estas facultades latentes, para lo cual sólo quienes las posean, pueden aconsejar o enseñar. Desde que existe el género humano ha existido siempre una disciplina mediante la cual los hombres dotados de facultades superiores han impartido su enseñanza a quienes aspiraban tenerlas. Este entrenamiento se ha denominado disciplina oculta, esotérica, y la enseñanza recibida ha sido llamada enseñanza oculta, esotérica, o ciencia espiritual. Tal denominación provoca, por su naturaleza, malas interpretaciones. Podría uno sentirse tentado a creer que los instructores de esta disciplina pretendían aparecer como una especie de hombres privilegiados que arbitrariamente rehusaran comunicar su saber a sus semejantes. Y quizá se llegara a pensar que tras de ese saber no había nada de valioso, pues uno podía tender a imaginar que si se tratara de un auténtico conocimiento no habría necesidad de ocultarlo como un misterio, sino al contrario, podría hacerse público para que la humanidad entera se aprovechara de sus beneficios.
Los iniciados en la naturaleza de esta sabiduría superior, en modo alguno se asombran al oír hablar asi a los no iniciados, pues sólo pueden comprender en qué consiste el misterio de la iniciación quienes, hasta cierto grado, la han experimentado en el conocimiento superior de la existencia. La pregunta que naturalmente surge es: si esto es así, ¿cómo suscitar en el no iniciado interés humano alguno hacia esa pretendida ciencia oculta? ¿Cómo y por qué habría de buscar algo cuya naturaleza no puede llegar a concebir? Semejante pregunta descansa en una idea completamente errónea de la verdadera naturaleza del conocimiento esotérico, pues en realidad no hay diferencia entre ese conocimiento y todo el que corresponda al saber y poder humanos. Este saber oculto no es para el hombre común un misterio mayor que lo es la escritura para aquel que no la ha estudiado. Y asi como cualquier persona puede aprender a escribir sí emplea los métodos adecuados, así también todo hombre puede llegar a ser discípulo, y hasta maestro de la ciencia oculta, si busca los caminos apropiados. En un aspecto difieren aquí las condiciones de aquellas que corresponden al conocimiento externo y es: que la posibilidad de saber leer y escribir puede no estar al alcance de algunos por su pobreza material o por las condiciones del medio ambiente en que nacieron; en cambio para la adquisición del saber y de las facultades de los mundos superiores no hay obstáculo que se oponga a una busca sincera.
TEORÍA DEL CONOCIMIENTO BASADA EN LA CONCEPCIÓN DEL MUNDO DE GOETHE (Rudolf Steiner-1886)
Prólogo
Escribí esta Teoría del Conocimiento de la concepción Goetheana del mundo a mediados de los años ochenta del siglo XIX. En mi alma vivían entonces dos actividades de pensamiento. Una de ellas se había dirigido hacia el quehacer de Göethe y pretendía sacar a la luz la concepción del mundo y de la vida que se revela como móvil impulsor de ese quehacer. Me parecía que en todo lo que Göethe nos ofreció en su actividad, en su vida y en sus observaciones regía lo humano puro y pletórico. Sólo en Göethe me parecía ver la certidumbre interior, la unidad armónica y el sentido de realidad en relación con el mundo. De esta convicción había de surgir el reconocimiento de que el modo en que se comportaba Göethe con respecto al conocer también brotaba de la esencia del hombre y del mundo. Por otro lado, mis pensamientos vivían inmersos en las concepciones filosóficas sobre la esencia del conocimiento existentes en ese momento, y como en ellas el conocimiento humano amenazaba con quedarse encarcelado en la propia entidad del hombre. Otto Liebmann, el ingenioso filósofo, había declarado: "La conciencia del hombre no puede salirse de sí misma, ha de permanecer encerrada en sí misma. Lo que hay como verdadera realidad fuera del mundo que ella se forma en sí misma, es inaccesible a su conocimiento." En brillantes escritos expuso Otto Liebmann esas ideas aplicadas a las más diversas esferas del mundo empírico del hombre. Johannes Volkelt había escrito sus libros sobre "la Teoría del Conocimiento de Kant" y sobre "la Experiencia y el Pensar". En el mundo que le viene dado al hombre no veía más que un conjunto de representaciones que se entretejen en la relación del hombre con un mundo, desconocido en sí mismo. Si bien admitía que en la vivencia del pensar se muestra una necesidad, cuando éste interviene en el mundo de las representaciones. Que en cierto modo uno siente como si el mundo de las representaciones se abriera paso hacia la realidad cuando el pensar entra en acción. Pero, ¿qué se conseguía con eso? Uno se sentía justificado a establecer juicios con el pensamiento que dijeran algo sobre la realidad; pero con esas conclusiones uno permanece del todo en el interior del hombre; nada penetra en él de la esencia del mundo.
Eduard von Hartmann, cuya filosofía fue de gran valor para mí, sin que pudiera reconocer sus fundamentos ni resultados, se situaba en la cuestión epistemológica en el mismo enfoque que Volkelt había expuesto tan detalladamente.
Por doquier existía la aceptación de que el hombre, con su capacidad de conocimiento, choca con ciertas fronteras de las que no puede salirse para penetrar en la región de la verdadera realidad.
Frente a todo ello, se erguía ante mí el hecho íntimamente vivenciado y reconocido en la experiencia, de que el hombre, si profundiza suficientemente su pensar, vive gracias a él en una realidad universal de índole espiritual. Yo consideraba estar en posesión de ese conocimiento que es capaz de permanecer en la conciencia con la misma claridad interior que la que se manifiesta en el conocimiento matemático.
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